Alemania tiene mucho que ofrecer aparte de buenos automóviles y tecnología de punta. A la sombra de los éxitos económicos, ha crecido una generación que da el mismo valor al disfrute gastronómico. Y eso es algo que se nota claramente, tanto en el ámbito de la restauración como en el panorama enológico.
Con 300 restaurantes laureados con estrellas Michelin, Alemania ya es el país con más direcciones gourmet del mundo por detrás de Francia e Italia. En estos momentos la cocina alemana está reinventándose. Los platos tradicionales se redescubren, se refinan y se interpretan en clave sostenible. Y esa evolución va acompañada por vinos regionales de productores locales que en los últimos años han recuperado variedades de uva y estilos enológicos que aúnan la larga tradición vinatera alemana con la moderna elaboración del vino.
Por ejemplo, los Spätburgunder de las regiones vinícolas alemanas son cada vez más elegantes, en el caso de los Grauburgunder, los productores han sabido aprovechar su fuerza para conseguir magníficos vinos para maridar y los Weissburgunder de hoy día seducen por su inimitable frescura. Además, también se siguen desarrollando los Riesling, vinos elaborados con la variedad de uva alemana por excelencia. Gracias a la habilidad de los maestros bodegueros, cada vez tienen más estructura y tensión. En general, en los vinos blancos se detecta una tendencia hacia una mayor ligereza y un menor contenido alcohólico.
Al mismo tiempo el cambio climático y la experiencia adquirida por los productores hacen que los vinos tintos alemanes, por ejemplo de uva Lemberger o Dornfelder, sean cada vez más intensos. Actualmente no desmerecen en nada frente a variedades internacionales como Cabernet Sauvignon o Merlot.
Fotos: Uvas Dornfelder y Vino Tinto
Hoy en día, los vinos de las 13 regiones vinícolas alemanas son tan variados e interesantes como nunca antes y maridan estupendamente con la nueva cocina alemana.